La Plaza Grande de Quito (Plaza de la Independencia) es fiesta, feria, juicio y drama

La Plaza Grande es fiesta, feria, juicio y drama

    La Plaza Grande es fiesta, feria, juicio y drama La concepción de categoría de lo imaginario, propia de los actores sociales, junto a lo real y simbólico serán analizadas en el siguiente capítulo. En este nos compete ampliar los mensajes que transmite la estructura de la Plaza Grande y explicar que actores sociales interactúan en la Plaza Grande. Partiendo de esa necesidad, se concibe el estudio de la Plaza Grande desde los conceptos de fiesta, feria, juicio y drama establecidos por Alicia Entel. La Plaza Grande como ya se explicó, es entendida como feria desde su condición de mercado, en la que primaron la presencia de vendedores y compradores de productos agrícolas, ganaderos y artesanales. Desde esa época hasta la actualidad es también el espacio propicio para relaciones sociales inequitativas, que se desprenden de su papel y actúan en igualdad mientras comparten el lugar y la temporalidad.89 Las presentaciones musicales, obras de teatro callejeras y protestas políticas constituyen lo que Entel concibe como drama. Es decir, esa dualidad existente, en la que unos hacen y otros ven. La Plaza es entonces un recinto donde se exponen códigos comunes como el lenguaje, la comicidad, las ideologías políticas y los ciudadanos son espectadores. 

    En este sentido, los discursos flotantes de los turistas extranjeros que utilizan códigos distintos, son invaluables para instaurar unos nuevos en la interacción de los actores sociales. Las premisas anteriores nos remiten a pensar en la Plaza desde la definición de fiesta de Alicia Entel, que hace referencia a una comunicación con mayor proximidad y que genera un corte dramático en el tiempo. 90La interacción de los jubilados es un ejemplo de ello. Si bien ellos permanecen por largas horas en este espacio entretenidos y con lecturas, cohabitan con otros actores de distinta edad, etnia, nacionalidad, condición social y económica que también generan nuevos discursos. Incluidos los recorridos en el centro histórico en los que los policías metropolitanos cuentan la historia del lugar. Dentro de la idea de fiesta podemos citar a la filósofa y antropóloga española Mónica Cornejo, quien proporciona un ejemplo de fiesta en el espacio público en Toledo-España, aplicable a las que se realizan en la Plaza Grande. La autora manifiesta: Por último, las fiestas patronales constituyen también otro momento de identificación colectiva, así como de celebración y (re)producción de la identidad local, en la línea de la numerosa literatura antropológica que da cuenta de la fusión característica entre las fiestas y los procesos de identificación local. En el caso de Noblejas podemos afirmar que las fiestas del Cristo son uno de los pocos momentos en los que todos los habitantes del pueblo, más los visitantes, salen a la calle durante largas horas, sea a las procesiones o sea a los bares. Las casas se arreglan. Regresan los emigrados. Los de los pueblos vecinos vienen a las fiestas, y durante una semana al menos hay una situación de temporalidad festiva llena de actividades de ocio colectivo y familiar. A pesar de que existen otras fiestas en el municipio, es ésta la que presenta la mayor participación, la mayor movilización de recursos y la más evidente escenificación del sujeto colectivo.91 A estos eventos de fiesta y ritualidad se suman los eventos conmemorativos de las noches libertarias; serenatas por fiestas de Quito; Y demás actos puntuales que se repiten con cierta periodicidad. Entre ellos: el cambio de guardia todos los días lunes, acto conmemorativo de la soberanía del País y apoyo al Gobernante de turno; Procesiones de Jesús del Gran Poder en semana santa, entendido como un acto de fe y penitencia que tiene lugar cada viernes santo, desde hace 52 años; Ruta de las iglesias en el centro histórico, que consiste en una competencia atlética de cierta distancia, atravesando todas las iglesias del centro histórico, al son de bandas de pueblo. La categoría de juicio explicada por Alicia Entel será el argumento para entender por qué ninguno de los actores interactuantes tiene total libertad de acción ni decisión dentro del espacio público de la Plaza. 

    La respuesta son las normativas que pretender dar seguridad al ejecutivo. Dentro de este aspecto, existe exclusión discursiva, ya que si estos gestasen discursos y códigos que no estén contemplados en la ley, serán sancionados. Este motivo ha causado temor por posibles represalias, entre quienes desean manifestar su inconformidad frente a algún problema social. Con este principio se refuerza la asociación del lenguaje y el poder. Aún quien ostenta el poder es el que tiene la palabra certera y quien media la comunicación y los códigos de la colectividad. Así, se mantiene el orden social y se continúan produciendo en la Plaza Grande, discursos opuestos e inequitativos en cuanto al poderío que posean. Afirmación que hago al comparar la Plaza de la presente investigación con el ejemplo de Plaza Pública que propone Mónica Cornejo: En este escenario emergen las voces de muchos actores tomados individualmente, pero también emergen sujetos colectivos que dan a la vida local y a las representaciones espaciales un tono específico: el del conflicto entre un sujeto institucional representado por el Ayuntamiento, el actor con capacidad de ejecución, y un sujeto popular más indefinido pero vivido como “comunidad imaginada” (y representado en los discursos como “el pueblo”), que emerge como el actor que ejerce la oposición y la resistencia reactiva. 



    Ambos sujetos invocan la figura sagrada del Cristo de las Injurias como fuerza legitimadora de sus posiciones en el conflicto, y ambos lo hacen bajo la premisa compartida de que la figura sagrada es el símbolo de lo común y lo local. En resumen, el Presidente de la República, el Alcalde de Quito, el Arzobispo, sacerdotes, funcionarios públicos, trabajadores de instituciones y empresas aledañas, jubilados, actores inconformes políticamente, artistas callejeros, protestantes, lustra botas, vendedores ambulantes, policías metropolitanos, entre otros; que reconocen el valor trascendental de este escenario en la historia de la Nación y en la construcción de la memoria colectiva e identidad se apropian de este espacio y lo ubican como “un lugar” en el que pueden reconocerse, manifestarse y ejercer el poder, según sea el caso. A estos Seres se suman los transeúntes, y turistas que conciben a este escenario como lugar de paso o funcional para su tránsito, es decir un “no lugar”. 

    La importancia de la interacción de estos actores sociales con la Plaza Grande y su análisis comunicacional a través de los signos es explicado por Mónica Cornejo, quien expone: …la semántica espacial de un lugar imaginado, en cuanto imaginado, permanece inevitablemente alimentada por el juego (práctico) de representaciones sociales (simbólicas) sobre el espacio vivido, por las relaciones de poder que forjan a su vez el juego de las representaciones colectivas, e incluso por la propia representación de lo político imaginado que se pone de manifiesto en los procesos de interacción concretos, en los que diferentes actores toman decisiones que podrán articularse espacialmente. Un acercamiento a los actores sociales y a su relación con la Plaza Grande, sin embargo, es necesario profundizar en sus discursos y en los mensajes que nos trasmite la Plaza, para entender las variaciones de apropiación y concepción generadas en las subjetividades de los Seres, de acuerdo a sus contextos sociales, culturales y a sus vivencias con este espacio. Esta primera lectura de la Plaza Grande, eje de la ciudad de Quito, fue posible gracias al aporte de las bases argumentativas de la comunicación, la semiótica, la arquitectura y la antropología, con la finalidad de mostrar que este escenario “habla” y “escucha”, “ve” y espera ser visto”. Por lo que busca el entendimiento en sus protagonistas más que su persuasión


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