Fundación del Estado (1830-1859)
Juan José Flores, general nacido en Venezuela, que había desempeñado la función de jefe del Distrito del Sur, fue designado presidente del nuevo Estado por la Asamblea Constituyente de Riobamba. Una vez en el poder, Flores se dedicó a consolidar una alianza de gobierno entre el tradicional gamonalismo latifundista de la Sierra, al que se había vinculado por matrimonio, los terretenientes de Guayaquil y los altos mandos del ejército, integrados en su gran mayoría por extranjeros. El floreanismo, como se llamó popularmente a su clientela caudillista, recogió la tradición conservadora del bolivarianismo.
Directa e indirectamente controló Flores el gobierno desde 1830 a 1845. En 1832 incorporó oficialmente las islas Galápagos al Ecuador. Su mandato se caracterizó por la revuelta permanente, el desbarajuste administrativo, dos guerras con Nueva Granada (como entonces se llamaba la actual Colombia) y el abuso de los soldados, dueños del país. Ni el esfuerzo organizador y sistematizador de Vicente Rocafuerte, que llegó a la Presidencia de la República (1835-1839) mediante un pacto con su enemigo Flores, pudo superar estas realidades. Cuando el caudillo se hizo elegir presidente por una segunda y hasta tercera vez, y puso en vigencia la Carta de Esclavitud (1843), una constitución que establecía la dictadura perpetua, la reacción nacional acaudillada por la oligarquía guayaquileña lo echó del poder (1845). Flores pasó los años siguientes organizando invasiones al Ecuador con mercenarios extranjeros al servicio de España y el Perú.
En los primeros años de la etapa “marcista” (llamada así porque la revuelta antifloreana fue en marzo de 1845), gobernaron los civiles guayaquileños: Vicente Ramón Roca (1845-1849) y Diego Noboa (1849-1850). Una de sus principales tareas fue enfrentar el peligro de las invasiones de Flores. A inicios de los cincuenta, un nuevo conflicto de poder no resuelto dio espacio para un nuevo arbitraje militar. El “hombre fuerte” del ejército, general José María Urvina, fue proclamado dictador. Luego fue elegido presidente constitucional por una nueva Asamblea Nacional (1852-1856). Urvina consolidó la alianza entre la oligarquía latifundista y comercial costeña con las Fuerzas Armadas, y llevó adelante un programa de corte liberal que promovió la apertura económica y el comercio e incluyó la abolición de la esclavitud, la supresión del tributo indígena y medidas a favor de los campesinos serranos. Todo esto generó una feroz reacción del latifundismo tradicional que declaró la guerra al urvinismo.
Una desastrosa negociación de la deuda externa y el intento de arrendar Galápagos a extranjeros fueron motivos para que la oposición contra el general Francisco Robles, heredero de Urvina, adquiriera fuerza. Diversas revueltas seccionales provocaron en 1859 una crisis de disolución. En Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja se formaron gobiernos autónomos. El Perú ocupó varios territorios y bloqueó el Puerto Principal. Los países vecinos negociaban la partición del país. Llegó un momento en que todo el sistema pudo venirse abajo con el peso de las contradicciones entre las oligarquías regionales. Luego del fracaso de varias alternativas, en las que se planteó convertir al país en un “Protectorado” de Francia, la aristocracia quiteña, con Gabriel García Moreno a la cabeza, ayudado por Flores, logró triunfar en la Sierra, tomar luego Guayaquil y reconstituir el Estado ecuatoriano.
Consolidación del Estado Oligárquico Terrateniente (1860-1875)
Durante tres lustros, de 1860 hasta 1875, la figura de García Moreno dominó la escena nacional.Al margen del debate desatado alrededor de su compleja personalidad, es preciso afirmar que lascondiciones objetivas del país determinaron el carácter básico de esta etapa, en la que se consolida elEstado Oligárquico Terrateniente en el Ecuador. El incremento de las exportaciones de cacao y la vinculación más estrecha del país al mercado mundial exigían un esfuerzo de modernización ycentralización que no podía llevarse adelante si las oligarquías regionales no llegaban a un acuerdo que, sin abolir sus contradicciones, estableciera ciertas reglas para el control del poder. García Moreno fue la expresión de esta alianza entre fracciones de la clase dominante, orientada a una racionalización de la estructura y una articulación de las desparramadas regiones en cierto marco de unidad.
El programa garciano refleja el carácter de esa alianza de consolidación estatal. Mediante la renegociación de sistemas de la recaudación fiscal, se logró centralizar y administrar con mayor eficiencia buena parte de las rentas públicas. Con el impulso dado al desarrollo de los bancos, se controlaron las emisiones monetarias, poniéndose, al mismo tiempo, las bases del endeudamiento crónico con el sistema financiero. Las obras públicas se construyeron por primera vez en forma planificada y su crecimiento fue notable. Se crearon nuevas escuelas, colegios, institutos especializados y centros de educación superior como la Escuela Politécnica Nacional. Se fundó el Observatorio Astronómico. El ejército fue reorganizado y modernizado. En suma: el Ecuador comenzó a ser un país organizado, mejor comunicado y con un creciente nivel de escolarización. Pero estos cambios no podían efectuarse sin la protesta de grupos de la propia oligarquía y fundamentalmente de sectores populares afectados por la racionalización del sistema. Por eso, el programa garciano se llevó adelante dentro de las condiciones de represión más duras que se hayan conocido en nuestra historia. El fusilamiento, los azotes, la cárcel y la repatriación fueron cosa de todos los días. Aún más, como el caudillo se dio cuenta de que el apoyo de la Iglesia católica podría ser un instrumento de consolidación de su programa, negoció con el Vaticano un Concordato que estableció el monopolio del clero sobre la educación, la cultura y los medios de comunicación. Muchos religiosos fueron traídos de Europa para llevar adelante un ambicioso programa educativo y para “reformar”, en forma represiva, los conventos nacionales donde se había refugiado la protesta García Moreno gobernó al Ecuador entre 1860 y 1865. Constitucionalmente le sucedió Jerónimo Carrión, que, a pesar de ser hombre de su confianza, no pudo mantener el régimen autoritario y fue forzado a renunciar. Su sucesor, Javier Espinosa, tampoco pudo gobernar de acuerdo con los dictámenes garcianos y fue derrocado por el propio García Moreno en 1869. En ese año se inició la segunda administración del “hombre fuerte”, que se extendió hasta 1875. El nuevo período comenzó con la aprobación de una Constitución de tipo confesional excluyente (establecía que para ser ciudadano se requería ser católico) que daba al gobernante poderes dictatoriales. Sus opositores la llamaron Carta Negra. El régimen se asentó en el apoyo del clero, que tuvo su expresión más visible en la consagración oficial de la República al Corazón de Jesús.
El programa garciano descansó en una contradicción. Por un lado impulso la modernización y consolidación estatal, estimuló la producción y el comercio, desarrolló la ciencia y educación; por otra parte impulsó una ideología reaccionaria excluyente y represiva, con la dictadura clerical terrateniente, así como todo su proyecto se vino abajo cuando ocurrió el asesinato el 6 de agosto de 1875 . Y si bien durante un tiempo la tradicional oligarquía serrana tuvo el control del
poder, las reformas favorecieron, a la larga, a la oligarquía costeña, en cuyo seno se iba definiendo
una nueva clase, la burguesía comercial y bancaria.