Si a lo mejor el alemán Arthur Schopenhauer (del siglo XIX) viviera en este tiempo, habría sido sin lugar a dudas la persona adecuada para dirigir los debates, tertulias y menudeos varios a los que estamos asistiendo en esta feria de vanidades en que se ha convertido la campaña electoral, de la que por cierto ha de salir algo tan serio como la persona que ha de dirigir el presente y el futuro de un país que, como Ecuador, debe todo lo que produce, y más.
Schopenhauer, considerado el filósofo abanderado del pesimismo profundo, nos dejó en uno de sus libros, El arte de tener razón, lo que él considera una serie de estratagemas (Acción hábil y engañosa para conseguir algo; especialmente la operación o maniobra que se realiza para atacar por sorpresa al enemigo, desarmarlo, etc.) para deshacerse o neutralizar adversarios dialécticos cuando se trata “de tener razón, o llevársela siempre”. Las escribió alrededor del año 1830, durante una estancia en Berlín, y él mismo nos aclara el motivo: “Recogí en este catecismo todas las estratagemas de mala fe que tan frecuentemente se utilizan al discutir con el tipo de gente que suele ser la mayoría”.
Y cual si de alumnos aventajados de Schopenhauer se tratase, algunos políticos y adláteres españoles están poniendo en práctica el “catecismo” del filósofo alemán sobre el arte de tener razón o de intentar tenerla siempre, para lo que no desdeñan esfuerzos. De las 38 estratagemas que diseñó este filósofo, algunas nos dejan una pista de por dónde deben ir los tiros en lo que debería ser una dialéctica que en Ecuador suele convertirse en discusión, acaloramiento, faltar a la verdad en ocasiones ya que, al parecer, aquí vale todo con tal de arañar votos.
Así, por ejemplo, a la hora de debatir hay que elegir unos términos que favorezcan a uno para su propia cosecha, mientras que hay que buscar otros que perjudiquen al adversario, intentando su menoscabo. Las hemerotecas están llenas de estos términos, que algunos empleaban hace apenas unos meses para denigrar al contrario y que ahora al parecer han desaparecido como por longa divina, e incluso los han adoptado para sí. Los hay a cientos, pero me quedo con aquello que algunos decían acerca de que las ideologías eran “cosa de trileros”, y que lo “socialista es una cosa cutre”. Ver para creer…
Otra estratagema que puede valer su peso en votos es la de “aturdir, desconcertar al adversario mediante palabrería sin sentido”. Y de eso, por estos pagos, al parecer algunos andan sobrados. Son los llamados coloquialmente como “piquitos de oro”, que se marcan una soflama a las primeras de cambio arguyendo lo buenos que son, lo pronto y rápido que van a arreglar las cosas y varias promesas más. En el periodismo clásico de antaño los denominábamos como “charlatanes de feria”, auténticos genios de la palabra que lo mismo te vendían un bikini en el polo norte para protegerte de los calores que un paraguas en el desierto de Gobi para guarnecerte de las torrenciales lluvias.
Hay que intentar sacar de quicio al adversario, ya que, “encolerizado, no está en condiciones de juzgar de forma correcta”. Esto lo estamos viendo a menudo en esta campaña: se intenta por cualquier medio hacer enfadar, cabrear al que se tiene enfrente, pues con la sangre caliente, ofuscado, puede llegar a salirse de quicio e irse por los derroteros que nos interesan. Es una presa a abatir, y si hemos tocado su punto débil hay que hurgar en la herida y cuanto más mejor para conseguir nuestro objetivo.
“Quien discute no combate en pro de la verdad, sino de sus tesis”, es otro de los pensamientos de Schopenhauer. Y esas tesis, ideas, va a pretender llevarlas el germano hasta el final, asegurando que la dialéctica es comparable a la esgrima. Y, efectivamente, así es: durante algún tiempo existió el duelo a muerte entre caballeros que se retaban por algún motivo, siendo los de mayor enjundia las deslealtades, asuntos de cuernos, ofensas del honor… Llegado el caso el cornúpeta en cuestión podía llevar la razón, es cierto, pero si el amante que le adornó el frontispicio era más ducho con la espada, como solía suceder, a la primera estocada bien dada el ofendido se iba al camposanto con su razón y todo. Y en los debates puede suceder algo parecido: uno puede tener la razón, ser más comedido, pero si el adversario dialéctico es más ducho con el florete de la lengua acaba llevándose el gato al agua apuntándose el tato ante el respetable.
Otras muchas estratagemas más ofrece el filósofo alemán en El arte de tener razón, como darle la vuelta al argumento de otro, acudir al insulto si nos vemos desbordados, emplear sofismas, buscar contradicciones, etcétera. En realidad acabó cansado de lo que él llamó “escondrijos de la insuficiencia”, unos escondrijos que, por lo que estamos viendo, tan buenos resultados les están dando a algunos en esta campaña.
ESTRATAGEMA 14 Una jugada descarada es la siguiente: cuando el adversario ha respondido a varias preguntas sin favorecer la conclusión que teníamos pensada, se enuncia y se exclama ésta triunfalmente como si ya estuviera demostrada, aun sabiendo que no se sigue de las respuestas dadas por el adversario. si éste es tímido o tonto, y nosotros poseemos el suficiente descaro y una buena voz, puede salir bien la jugada. Esta estratagema pertenece a la fallacia non causae ut causae [engaño producido al tomar lo no fundamentado por el fundamento].
ESTRATAGEMA 15 Si hemos expuesto una tesis paradójica, pero nos encontramos en dificultades para demostrarla, presentamos al adversario otra tesis correcta, aunque no del todo evidente, para que la acepte o la refute como si de ello quisiéramos obtener la prueba; si sospechando alguna treta la rechaza, entonces lo reducimos ad absurdum [al absurdo] y triunfamos; pero si la acepta, habremos dicho entretanto algo razonable, y ya veremos cómo sigue adelante el asunto. O utilizamos aquí la estrategia precedente y aseguramos que con eso ha quedado demostrada nuestra paradoja. Para esto hace falta una insolencia extrema que, si bien la proporciona la experiencia, también hay gente que la pone en práctica instintivamente.
ESTRATAGEMA 16 Argumenta ad hominem o ex concessis. Con respecto a una afirmación del adversario, tenemos que buscar si de alguna manera no estará en contradicción -en caso necesario, por lo menos en apariencia- con alguna otra cosa que él haya dicho o admitido previamente, o con los principios de una escuela o secta que él haya alabado o aprobado; también con hechos de quienes pertenecen a tal secta, o con los de miembros falsos o supuestos, o con su propia conducta. Si, por ejemplo, él defiende el suicidio, se le espeta: " ¿Por qué no te ahorcas tú ?". O si afirma que la permanencia en Berlin no le es grata, se le increpa inesperadamente: "¿Por que no te marchas de aquí en el primer correo?". De una forma u otra podrá encontrarse algún tipo de incomodo.
ESTRATAGEMA 17 Si el adversario nos amenaza con una refutación, a menudo podremos salvarnos mediante una sutil diferencia en la que antes no habíamos reparado, si es que el asunto se presta a alguna que otra ambigüedad o permite su remisión a un doble caso.
ESTRATAGEMA 18 Si notamos que el adversario comienza una argumentación con la que va a derrotarnos, no tenemos que consentirle que siga adelante con ella; hay que impedirle a toda costa que la concluya, interrumpiendo o desviando a tiempo la trayectoria de la 18 discusión al encaminarla hacia otras cuestiones. Brevemente, le salimos al paso con una mutatio controversiae [cambio del tema de la discusión]15 .
ESTRATAGEMA 19 Si el adversario nos solicita explícitamente alegar algo en contra de algún punto concreto de su afirmación pero no tenemos nada adecuado, tomamos el asunto de manera general y argumentamos así en su contra. Si debemos responder a la pregunta de por qué no es de fiar una determinada hipótesis física, hablamos de lo engañoso del saber humano y lo adornamos con toda suerte de ejemplos.
ESTRATAGEMA 20 Cuando hayamos obtenido del adversario la concesión de una premisa que requeríamos, tenemos que deducir la conclusión deseada no con más preguntas, sino concluyéndola inmediatamente nosotros mismos; así, incluso careciendo todavía de una u otra de las premisas, la tomamos también como igualmente concedida y deducimos de esta forma la conclusión. Lo que resulta entonces es la aplicación de la fallacia non causae ut causae [falacia que consiste en tomar por fundamento lo que no es].
ESTRATAGEMA 21 Si observamos que el adversario utiliza un argumento meramente aparente o sofístico podemos anularlo sencillamente atacando su capciosidad y apariencia, pero es mucho mejor presentarle otro argumento si cabe, de análoga apariencia y sofistería para liquidarlo, pues lo que importa no es la verdad, sino la victoria. si él utiliza un argumentum ad hominem, bastará para invalidarlo con que le respondamos con otro contraargumento ad hominem (ex concessis); y, sobre todo, será mucho más corto esgrimir un argumentum ad hominem cuando se tenga oportunidad que enzarzarse en una discusión sobre la verdadera naturaleza del asunto.
ESTRATAGEMA 22 Si el adversario nos conmina a que admitamos algo de lo que inmediatamente se seguirá el problema que se debate en la discusión, nos negamos aduciendo que se trata de una petitio principii, pues tanto él como el auditorio confundirán con facilidad una tesis, que en apariencia se parece al problema, con el problema mismo; así le privaremos de su mejor argumento.
ESTRATAGEMA 23 La contradicción y la discordia motivan la exageración de la tesis. contradiciendo al adversario podemos inducirlo a que lleve fuera de sus límites una afirmación que dentro de ellos hubiera podido ser verdadera. En cuanto hayamos refutado la exageración parecerá que refutamos también su primera tesis. En cambio, debemos guardarnos de que no se nos lleve al abultamiento o a una mayor extensión 15 Sobre esto, la estratagema 29, 19 de nuestra tesis empleando en contra nuestra el mismo procedimiento. A menudo el adversario recurrirá al intento de extender nuestra afirmación más allá de los términos en los que la habíamos expresado; en este caso debemos pararlo súbitamente y reconducirlo a los límites de lo que manifestamos con un "tanto dije, y no más". ESTRATAGEMA 24 Uso abusivo de la deducción. De las tesis del adversario se infieren a la fuerza, mediante deducciones falsas y deformando los conceptos, tesis que no están allí contenidas y que de ningún modo corresponden a la opinión manifestada por él, sino que, en cambio, son absurdas o peligrosas. De esta forma parecerá que de su tesis se siguen proposiciones que se contradicen a si mismas o que contradicen verdades reconocidas; esto valdrá como una refutación indirecta, apagoge; es de nuevo un empleo de la fallacia non causae ut causae [falacia que consiste en tomar por fundamento lo que no es].
Más adelante publicaré más estratagemas...
ESTRATAGEMA 14 Una jugada descarada es la siguiente: cuando el adversario ha respondido a varias preguntas sin favorecer la conclusión que teníamos pensada, se enuncia y se exclama ésta triunfalmente como si ya estuviera demostrada, aun sabiendo que no se sigue de las respuestas dadas por el adversario. si éste es tímido o tonto, y nosotros poseemos el suficiente descaro y una buena voz, puede salir bien la jugada. Esta estratagema pertenece a la fallacia non causae ut causae [engaño producido al tomar lo no fundamentado por el fundamento].
ESTRATAGEMA 15 Si hemos expuesto una tesis paradójica, pero nos encontramos en dificultades para demostrarla, presentamos al adversario otra tesis correcta, aunque no del todo evidente, para que la acepte o la refute como si de ello quisiéramos obtener la prueba; si sospechando alguna treta la rechaza, entonces lo reducimos ad absurdum [al absurdo] y triunfamos; pero si la acepta, habremos dicho entretanto algo razonable, y ya veremos cómo sigue adelante el asunto. O utilizamos aquí la estrategia precedente y aseguramos que con eso ha quedado demostrada nuestra paradoja. Para esto hace falta una insolencia extrema que, si bien la proporciona la experiencia, también hay gente que la pone en práctica instintivamente.
ESTRATAGEMA 16 Argumenta ad hominem o ex concessis. Con respecto a una afirmación del adversario, tenemos que buscar si de alguna manera no estará en contradicción -en caso necesario, por lo menos en apariencia- con alguna otra cosa que él haya dicho o admitido previamente, o con los principios de una escuela o secta que él haya alabado o aprobado; también con hechos de quienes pertenecen a tal secta, o con los de miembros falsos o supuestos, o con su propia conducta. Si, por ejemplo, él defiende el suicidio, se le espeta: " ¿Por qué no te ahorcas tú ?". O si afirma que la permanencia en Berlin no le es grata, se le increpa inesperadamente: "¿Por que no te marchas de aquí en el primer correo?". De una forma u otra podrá encontrarse algún tipo de incomodo.
ESTRATAGEMA 17 Si el adversario nos amenaza con una refutación, a menudo podremos salvarnos mediante una sutil diferencia en la que antes no habíamos reparado, si es que el asunto se presta a alguna que otra ambigüedad o permite su remisión a un doble caso.
ESTRATAGEMA 18 Si notamos que el adversario comienza una argumentación con la que va a derrotarnos, no tenemos que consentirle que siga adelante con ella; hay que impedirle a toda costa que la concluya, interrumpiendo o desviando a tiempo la trayectoria de la 18 discusión al encaminarla hacia otras cuestiones. Brevemente, le salimos al paso con una mutatio controversiae [cambio del tema de la discusión]15 .
ESTRATAGEMA 19 Si el adversario nos solicita explícitamente alegar algo en contra de algún punto concreto de su afirmación pero no tenemos nada adecuado, tomamos el asunto de manera general y argumentamos así en su contra. Si debemos responder a la pregunta de por qué no es de fiar una determinada hipótesis física, hablamos de lo engañoso del saber humano y lo adornamos con toda suerte de ejemplos.
ESTRATAGEMA 20 Cuando hayamos obtenido del adversario la concesión de una premisa que requeríamos, tenemos que deducir la conclusión deseada no con más preguntas, sino concluyéndola inmediatamente nosotros mismos; así, incluso careciendo todavía de una u otra de las premisas, la tomamos también como igualmente concedida y deducimos de esta forma la conclusión. Lo que resulta entonces es la aplicación de la fallacia non causae ut causae [falacia que consiste en tomar por fundamento lo que no es].
ESTRATAGEMA 21 Si observamos que el adversario utiliza un argumento meramente aparente o sofístico podemos anularlo sencillamente atacando su capciosidad y apariencia, pero es mucho mejor presentarle otro argumento si cabe, de análoga apariencia y sofistería para liquidarlo, pues lo que importa no es la verdad, sino la victoria. si él utiliza un argumentum ad hominem, bastará para invalidarlo con que le respondamos con otro contraargumento ad hominem (ex concessis); y, sobre todo, será mucho más corto esgrimir un argumentum ad hominem cuando se tenga oportunidad que enzarzarse en una discusión sobre la verdadera naturaleza del asunto.
ESTRATAGEMA 22 Si el adversario nos conmina a que admitamos algo de lo que inmediatamente se seguirá el problema que se debate en la discusión, nos negamos aduciendo que se trata de una petitio principii, pues tanto él como el auditorio confundirán con facilidad una tesis, que en apariencia se parece al problema, con el problema mismo; así le privaremos de su mejor argumento.
ESTRATAGEMA 23 La contradicción y la discordia motivan la exageración de la tesis. contradiciendo al adversario podemos inducirlo a que lleve fuera de sus límites una afirmación que dentro de ellos hubiera podido ser verdadera. En cuanto hayamos refutado la exageración parecerá que refutamos también su primera tesis. En cambio, debemos guardarnos de que no se nos lleve al abultamiento o a una mayor extensión 15 Sobre esto, la estratagema 29, 19 de nuestra tesis empleando en contra nuestra el mismo procedimiento. A menudo el adversario recurrirá al intento de extender nuestra afirmación más allá de los términos en los que la habíamos expresado; en este caso debemos pararlo súbitamente y reconducirlo a los límites de lo que manifestamos con un "tanto dije, y no más". ESTRATAGEMA 24 Uso abusivo de la deducción. De las tesis del adversario se infieren a la fuerza, mediante deducciones falsas y deformando los conceptos, tesis que no están allí contenidas y que de ningún modo corresponden a la opinión manifestada por él, sino que, en cambio, son absurdas o peligrosas. De esta forma parecerá que de su tesis se siguen proposiciones que se contradicen a si mismas o que contradicen verdades reconocidas; esto valdrá como una refutación indirecta, apagoge; es de nuevo un empleo de la fallacia non causae ut causae [falacia que consiste en tomar por fundamento lo que no es].
Más adelante publicaré más estratagemas...