Carta de Eloy Alfaro a su Amada Anita desde su exilio en Panamá
No creas que te vas a morir porque tienes que vivir para que cuides de nuestros hijitos. A la vuelta de algunos años lo probable es que me muera yo, porque la tarea que me ha impuesto Dios debe tener su término y estoy seguro que los sufrimientos han de continuar hasta arrebatar con mi vida, pero sufrimientos y vida gloriosa que han de llenar de justo orgullo a los míos, especialmente a ti y a mi prole; y sobre todo nadie muere en la víspera, a no ser que tenga la debilidad de abreviar sus días.
Cuando yo me muera, que entre paréntesis debo advertir que no puede ser pronto porque todavía tengo mucho que hacer en esta bendita tierra, entonces sí seguirá tu turno. Después de muchos años llegarás a ser una viejita muy regañona pero siempre muy respetable. Y cuando la gente te vea pasar, dirán con respeto señalándote: esa es la viuda del héroe. Y tú, más orgullosa, resignada, y confortada con mi recuerdo, y siempre protegida por Dios, y cuidando de nuestra ilustre prole.
Ya ves pues que no puedes ni debes morirte antes que yo, mucho te agradezco, que dejes temores a un lado.
En la demora está el peligro.
Después del asesinato de Alfaro, su esposa Ana Paredes de Alfaro vivió ocho años más. Ella falleció en Panamá a los 66 años en 1920. En Guayaquil hay un colegio con su nombre.